Es muy raro conocer a una persona que no guste del chocolate. Normalmente es deleite de niños y adultos en cualquiera de sus presentaciones y la razón tiene bases científicas. El chocolate contiene sustancias que actúan en el cerebro como detonantes de sensaciones de gran felicidad, alegría, ánimo y disposición para realizar tareas complejas. Sus efectos se pueden comparar con los que sufrimos cuando nos enamoramos, ya que muchas de las hormonas que se producen por el organismo en esta etapa, también se producen al comer un pedazo de chocolate lo que nos lleva a vivir todas esas sensaciones románticas, dulces y autocomplacientes o dicho de otra forma, uno de los mejores estados en que puede estar una persona.
Es común que cuando nos sentimos deprimidos se nos antoje un poco de chocolate, ya que como mencionamos, produce sensación de bienestar y esto junto con que normalmente lo asociamos con vivencias de nuestra infancia en las que comúnmente recibíamos un regalo o un premio en forma de chocolate, hacen de este alimento un transportador a recuerdos felices.
Al ser rico en calorías, se recomienda su consumo en los meses de invierno. Por la misma razón aporta mucha energía y esto asociado con la sensación de bienestar que produce, contribuye a que no sólo nos sintamos con la disposición de iniciar el día, sino a que lo hagamos bien y de buenas.
No sólo estimula el sistema nervioso, sino que también lo fortalece. Es un muy buen diurético y puede acelerar el ritmo del corazón incluso más que el café.